Hubo una vez, en mi alma, el criterio sincero para designar a una amada, que fueran sus cabellos rizados y oscuros, como el infierno, que fueran sus ojos negros como las aceitunas que recogen en mi pueblo, esa piel mediterranea, y esas curvas que marean, que fuera sincera, amable, cariñosa, con instinto maternal, una mujer con la que se pudiera conversar de mil temas, que fuera una compañera fiel, y por las noches, la diablesa más enfurecida en el lecho de pasión. Que criterio más mezquino el mio! No existe tal mujer, pues hay muchas que pueden ser hermosas de cuerpo, pero negadas en personalidad, y otras que, de cuerpo no destacan, pero son la luz en cuanto al alma se refiere.
No existe la mujer de mis sueños, no existe tal forma de vida, que me alegre el sueño de una noche tormenta, y aleje los relampagos de la tristeza, intentando chocar con mi persona. No existe aquella conciencia humana, que siempre me habla cuando necesito consejo, cuando me he equivocado o incluso de consuelo, cuando pierdo a un ser amado. No existe la mujer perfecta, pues la perfección ya es inexistente, tan solo valores dados a algo que jamás se supo con certeza si existe, es la única salida que nos queda, creer sin ver, ver sin saber, saber sin vivir, vivir sin amar.
No existe ni existo, pues no respiro sin respirar el aire de su suave inspiración, no oigo cantar a las amapolas que vivas, saben que existen porque alguien las denota y las alaba hasta que el fin de los días llegué, pues su sencillez deslumbraba, a la perfección más incierta, a la creación más pura. No existo sin ella, y ella no existo, por tanto, soy alma en pena, buscando una realidad que jamás será concreta, un sueño que algún día puede tener rostro, manos y piernas. No existo ni existiré, pues el poeta murió hace años, solo queda un resquicio de él, en el alma de un joven, que redacta estas lineas, creyendo ser sin ser, amando sin amar, existiendo sin, eso, sin existir


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